Los antiguos problemas sobre abastecimiento de frutos globul, derechos sobre tierras y arboles globs, legislación, soberanía y toda aquella verborrea constante que la mayoría de las veces era inútil parecía estar aparcada en la Sala de los Horizontes Comunes. Todo eran caras de alegría y el ambiente positivo que se respiraba hacía obviar cualquier problema. Después de la invasión, cualquier mal parecía menor, pues el paradigma social había cambiado para las gentes de Qaion.
Al fondo y en la parte central de la sala, sentados en sus respectivos tronos y presidiendo aquel parlamento, Sirium el gobernador vamp y Arkanium, convertido en rey de los kant tras la muerte del su padre, el Aullador, vieron cómo de repente se abrieron las grandes puertas de par en par. Chank el Deforme entró con la cabeza alta y rebosante de orgullo, ataviado con la túnica de su tío, el difunto Visionario.
Avanzó por el pasillo hacia los tronos y su único ojo rebosaba triunfalismo. Caminaba altivo y miraba fijamente a todos los kant y vamp allí reunidos mientras avanzaba, demasiado seguro de sí mismo:
—¿Qué haces tú aquí? ¿Quién te ha dejado entrar? ¿Cómo llevas las ropas de tu tío? —preguntó Sirium, nervioso y muy enfadado.
—Los dioses me han hablado… Ahora yo soy… ¡el nuevo Visionario! —exclamó Chank, desafiante, orgulloso y temerario.
—Tu tío… tu tío no dejó a un heredero claro, pero nos confirmó que tú no eras ni la sombra de un visionario —afirmó Sirium, contrariado, aunque dudó ante la seguridad que mostraba el Deforme.
En la sala, todos guardaban silencio. Los vamp miraban fijamente al visionario y los kant, que eran más dados al enfado, comenzaron a enfurecerse y a mirarse entre ellos; a algunos su labio los delataba, pues empezaban a mostrar el colmillo.
—De todas maneras, tú no puedes entrar aquí. No tienes derecho —sentenció Sirium.
—Mi tío tenía voz y voto en esta sala y yo soy su heredero, gobernador —lo contradijo. Alzó la voz y se dirigió al resto de la sala—. Esta paz no es real. Mientras estamos aquí reunidos con parsimonia, tenemos en la luna Grandax a nuestros enemigos, fortaleciéndose de nuevo. ¿Esperaremos un nuevo ataque? Los dioses me han hablado y me dicen que debemos destruir a los espíritus malévolos y ancianos que habitan en las lunas, si no queremos que nos ataquen otra vez y nos conviertan en sus esclavos. ¿Eso es lo que queréis para vuestras familias? Hay que contraatacar. Nos concedieron la oportunidad, mostrándonos la tecnología para viajar a nuestra luna, incluso conservamos un transporte funcional.
—Si alguien pone un pie en nuestras lunas, habrá guerra. Las lunas son sagradas para nosotros. ¿Lo has olvidado, miserable? —dijo el rey Arkanium muy enfadado, levantándose de su trono—. ¿Haremos caso a este inútil, Sirium?
Sirium no dijo nada y se quedó muy serio, mirando fijamente al Visionario. Parecía bastante lógico lo que acababa de decir el Deforme; aún estaban en peligro. El Visionario sonrió con la cabeza alta y una expresión malévola. El poder lo había convertido en un ser despreciable.
El rey kant abandonó su trono y se marchó de la sala, enseñando el colmillo sin ningún tipo de pudor al visionario mientras se cruzaba con él. El Deforme seguía mirando fijamente al gobernador, con esa expresión chulesca, despreciando al rey de los kant.
—¡Espera, rey Arkanium! —lo llamó el gobernador vamp—. ¿No crees que lo obvio es que ataquemos nosotros antes de esperar a que haya una nueva guerra en nuestro planeta?
—Venceremos de nuevo, si hace falta, pero las lunas son sagradas —respondió el rey kant, sin girarse. Sus súbditos kant fueron tras él, bastante enfadados, enseñando colmillos y algunos mostrando garras, como signo de amenaza.
Uno de los peludos, uno gigantesco, de pelaje frondoso y gris, llamado Arklund, que tenía una ideología conservadora y que había sido general de los ejércitos del difunto rey Aullador, les advirtió justo antes de salir por las puertas:
—¡Poner un pie en cualquiera de las tres lunas es pisar nuestras creencias! ¡Acordaos de esto, porque habrá sangre! —Se marchó con un gesto hostil en la cara.
—¡Insensato! ¿Qué has hecho? —preguntó muy enfadado Sirium, agitando los brazos hacia el visionario.
—¿Queréis que os invadan? o ¿queréis hacer pagar a nuestros enemigos por lo que nos hicieron? —Chank se dirigió a todos los vamp del parlamento mientras le daba la espalda al gobernador—. Mataron a vuestro visionario, a mi tío, al elegido por los dioses, invadieron nuestra tierra y muchos de los nuestros murieron, algunos familia o amigos de los aquí presentes… ¿Queremos la verdadera paz? Los dioses han hablado: para sobrevivir necesitamos protegernos y para protegernos, tenemos que limpiar de enemigos las tres lunas y crear un sistema defensivo, una base allí. Esa es la voluntad de los dioses.
Después de aquello, el único que parecía poco dispuesto a colaborar era Sirium, pero, tras observar a todo el parlamento vamp que vitoreaba al nuevo visionario, no tuvo otra opción que ceder, pues era un político electo y podría ser depuesto del cargo. Aceptó aquellas visiones por buenas, pero con cierta desconfianza. El Deforme, con sus argumentos, se había metido a los alados en el bolsillo.
En La Aguja del planeta Orz, Thiram reía.