Habrán perdido el rastro de nuestra nave? ¿No nos sigue nadie? ¿Esto no tiene radar? —preguntó León con voz temblorosa
Lobo y él miraban entre preocupados y asombrados por la pequeña ventana redonda, sin disfrutar demasiado de su primer viaje en nave espacial por el universo. Lobo temblaba, erizado y encogido, con el rabo entre las piernas, pegado a su amo. Aún no se había recuperado del susto de la explosión y de los gigantescos orz.
—No. No nos sigue nadie —respondió Argol—. Diría que los hemos liquidado a todos.
—Creo que todas las naves de Thiram se quedaron ardiendo en aquel bosque —dijo Argón.
Iván el híbrido miraba seriamente a Lobo.
—Tu perrito está a punto de morder a alguien —le dijo a León.
—A vosotros ya os conoce y no os hará nada, aunque a ti no te tiene demasiado cariño, tío —respondió el chico.
—Como se me acerque, me lo cargo, te lo garantizo.
—El lobo es el más importante de la nave, niño. Si lo tocas, te abro en dos y te tiro al espacio aun estando vivo —dijo Argón.
—El lobo es el Ancestro de los kant. Por eso debo llevarlo a Qaion sin demora —dijo Karel, mirando a Iván enfadado, enseñando el colmillo amarillento bajo su pelaje albino.
—Relájese, general Karel, y tú también, humano. No esperaba encontrar al Único y al Ancestro juntos. Creo que la presencia de Lobo en nuestro planeta nos unirá de nuevo al pueblo kant. Hemos tenido una gran suerte. Que un orz se una a nosotros también me da esperanza. Os gustará nuestro planeta, creedme —explicó Argol en tono conciliador, mirando con su ojo bueno amigablemente a Iván y León.
El bart fue volando con lentitud hacia Lobo y lo acarició, pegándose a su cuello y pecho, y moviéndose arriba y abajo. Comprendía lo que había dicho su amigo Argol: en esta nave viajaba algo más que la esperanza de la última profecía de Cho el Oscuro, el viejo visionario.
A Lobo pareció relajarle las caricias de Bum Bum y empezó a lamer su pequeña cápsula voladora de cristal. Desde el primer momento, a Lobo le había llamado la atención esta criatura que volaba, de mirada y movimientos inteligentes y raudos. Además, se acercaba de manera insistente a Karel; al perro le parecía muy llamativo el olor del kant de pelo blanco; para el peludo de Qaion, Lobo era una deidad.
—Iván, cambia de actitud. Ni yo ni Lobo tenemos nada contra ti. Somos humanos, los que más se han alejado de su planeta, comportémonos como seres civilizados —le dijo León con cierto aire de cansancio mientras Iván miraba al suelo de la nave con gesto hosco.
—Hermano, ¿tienes ganas de volver a casa? —preguntó Argol a Argón.
—No sé lo que siento… Hace mucho tiempo, demasiado para mí, diría yo. El tiempo para mí ha pasado de manera distinta. Me duele más el castigo al que me sometieron al cortarme las alas, más que el hecho de que me desterraran del planeta. Todos fueron demasiado permisivos con Chank el Deforme: el gobernador y los miembros del consejo. Esto no habría pasado si nuestro padre estuviera vivo —respondió Argón con una mueca.
—Te equivocas. No te desterraron, te encomendaron una misión. Y a mí y a Karel, otra.
—Y una mierda. Todo lo había confabulado Thiram, me lo dijo él mismo. Chank es un bastardo malnacido y feo, traidor y mentiroso, espía de nuestro enemigo. —Cerró el puño y señaló a su hermano con la otra mano. El bart se puso en medio de los dos, mirando mal a Argón—. Aparta al maldito pez de mi vista.
—Brrr brrr —respondió el bart, huyendo hacia Lobo de nuevo.
—Aquí estamos y has cumplido tu misión, después de tanto tiempo. ¿Ahora te vas a poner así conmigo? No pretendía enfadarte, estoy inmensamente feliz por volver a verte. Contigo a mi lado, me siento un guerrero invencible. —Le devolvió una sonrisa cómplice a su hermano vamp.
—Me olvidé de quien era durante mi estancia en la Tierra. Después luché como un guerrero humano e hice cosas terribles. Maté inocentes que nada tenían que ver con nuestra guerra… Me olvidé de mi misión. Tiempo después, durante una meditación más larga que toda mi vida, perdí la noción del tiempo, viajé más allá de nuestro planeta, más allá del planeta Orz, viajé tan lejos que volver de nuevo a mi cuerpo fue muy doloroso y cada recuerdo que recuperaba lo era más aún —se sinceró Argón—. Estoy muy confuso sobre mi propia identidad y ha sido una casualidad encontrar a León y a Lobo. También que aparecieras en un momento tan difícil en la Tierra, con el kant y el bart. —Miró al espacio por una ventana de la nave. Al hacer recorrido mental de su larga vida, derramó una lágrima de sangre que solo su hermano vio.
—Vaya… Cho el Oscuro le dijo una vez al profesor y a padre que Arnuya, tú y yo éramos sus verdaderos herederos. Lo que me cuentas no me sorprende… Te encontré por mi intuición y por la de Karel, hermano. Que pudieras hacer un viaje sin tu cuerpo es magia… —dijo Argol—. Es una pena que no nos instruyeran para ser visionarios, aunque hubiera sido un poco extraño en una familia de guerreros, ¿no crees? —preguntó mientras León e Iván los miraban con atención.
—A ninguno se nos ha instruido para ser guías. Cho también me nombró a mí heredero —dijo Karel—. Pero aquí estamos, consiguiendo nuestros objetivos y el del gran Visionario.
—No sé si soy visionario… En mis viajes no vi a ningún dios ni nadie me envió un mensaje de esperanza. Vagué por el espacio muy lejos, rompiendo una maldición de la que había estado impregnado durante demasiado tiempo, para volver a un cuerpo decrépito por un sendero de dolor espiritual que destruyó mi ser, una especie de purga —les contó Argón—. Recordé todo al mismo tiempo, sentí mis dos personalidades, como vamp y como ser humano, sentí todo el daño causado y la importancia de mi misión. —Hizo una pausa—. Aún no sé cómo sigo vivo… Solo me motiva una cosa: vencer a Thiram y desenmascarar a Chank.
—Hermano, siento mucho todo lo que has pasado. Si te hace fuerte pensar en nuestros enemigos, hazlo. Eso significa que estás en el buen camino. —Sonrió Argol.
—Argón, cuenta conmigo y con Lobo. Thiram lleva persiguiéndome desde antes de que yo naciera. Mató a mis padres y me habría matado a mí. Tú me has salvado de los orz… y… y de Iván —señaló León.
—Si vuestro camino os lleva por el planeta Orz de mi ancestro, me gustaría ir. Con lo que sé ahora, estamos en medio de una guerra inútil entre civilizaciones que no sé muy bien a quién beneficia… —dijo Iván—. Me gustaría quitar de en medio a Thiram, que maneja como títeres a los orz. Aunque parezcan otra cosa, no son malos tipos. Y tú, idiota, mi misión asignada por el mismísimo emperador era matarte. ¿Quién era yo para discutirlo?
—Cambia de actitud y deja de insultarme. Parece que tienes envidia de que digan que yo soy el Único y tu un puto híbrido de Orz —comentó León—. Si te sirve de consuelo, envidioso, no sé muy bien qué cojones significa ser el Único ni para qué va a servir. Hasta ahora solo me ha traído problemas.
—Cho, el viejo visionario, predijo tu nacimiento y que solo de ti vendría la esperanza de vencer al Daño de Dioses —le contó Karel, el albino.
—¿Te refieres a Thiram? —preguntó León.
—Es posible que sea el Thiram del que habláis —dijo Argol.
—Lo es. Thiram sabe cosas y es él quien le da las órdenes a Chank, el falso visionario de Qaion, no te quepa duda —dijo Argón—. Es el que aparece siempre tras los brazaletes comunicadores de los orz.
—Chank presentó la idea de atacar las lunas, lo que nos condujo hacia una guerra inútil contra los kant. El rey Arkanium, muy dolido porque pisáramos sus lunas sagradas y ninguneáramos sus creencias, abandonó la sala de los horizontes comunes; firmó una especie de paz, matando al disidente kant que nos atacó, y nuestros pueblos se separaron desde entonces —les contó Argol.
—Nunca un visionario fue tan concreto en sus visiones. Eso lo delata. Lo pagará caro —prometió Argón.
—El profesor Frehac y Sirium llevaban tiempo desconfiando de Chank. Su poder, su visión, había evolucionado demasiado deprisa, y con una exactitud que ningún otro visionario tuvo jamás —dijo Argol, enfadado—. Maldita sea. Debimos darnos cuenta. Según Frehac, Cho había sido mucho más relativo y prudente a la hora de hacer predicciones.
—Eso es verdad, Argol. Cho era prudente y respetable, su maldito sobrino nos llevó a la guerra. —A Karel se le erizaba el pelaje al hablar del falso visionario.
—Después de expulsarte, no ha sido demasiado correcto ni profundo. Parecía haber perdido su poder —explicó Argol—. Nos han tenido controlados y engañados durante mucho tiempo, aunque lo más importante es que no quiso que ningún vamp viniera a buscar al Único o a explorar o buscarte. Pero ahí estuvo Sirium muy inteligente en no hacerle caso a Chank. El gobernador conspiró para que Karel y yo te buscáramos en secreto, y saber del estado de tu misión, pues ellos no habían olvidado las palabras de Cho —continuó—. Nunca dudé de encontrarte, aunque volver a Qaion con el Único y el Ancestro es algo más que un sueño. Mi hermano vuelve con su misión cumplida —concluyó, demostrando estar orgulloso de Argón.
—El honor no me importa, hermano; solo me importa encontrarme de nuevo con Chank e ir después a por Thiram. —Argón volvió a ponerse hosco, con odio y fuego en la mirada.
El bart volaba y danzaba alrededor de Lobo y este, que ahora parecía mucho más tranquilo, intentaba darle zarpazos de manera suave y amistosa, jugando entusiasmado, pero sin moverse de su sitio, cerca de Karel.
—Y yo, sinceramente, no sé qué haré cuando lleguemos a vuestro planeta… Ni qué me espera ni a qué me enfrentaré por ser el Único —dijo León, dubitativo.
—Nos chuparan la sangre —ironizó Iván, de brazos cruzados.
—Te la podría chupar ahora y cortarte la cabeza —respondió Argón en tono violento, porque no le gustaban las bromas sobre alimentarse de humanos.
Iván no dijo nada. Supo que había tocado donde no debía.
—Yo tampoco lo sé, León. La profecía decía que aparecerías en la Tierra y se ha cumplido, pero, a partir de ahora, ya no tenemos una guía, una referencia —explicó Argol—. Si es cierto que vienes con el Ancestro, esto nos servirá como un acercamiento político y religioso con el pueblo kant. Serán grandes aliados contra Thiram, sobre todo si se le ocurre venir a nuestro planeta a atacarnos, como ya hizo en el pasado —añadió—. Y, volviendo al tema de la guía, creo que entre nosotros está el verdadero heredero de Cho el visionario, así que tendremos que esperar a decidir entre todos qué hacemos, pero eso ya lo discutiremos más tarde. Por mi parte, espero una gran acogida en nuestro planeta y un descanso que todos nos merecemos después de los últimos acontecimientos.
—No creo que yo tenga visiones de nada. Solo espero tener alguna idea y que me siga acompañando esta buena suerte —respondió Argón.
Karel miró a Argón y no dijo nada, pero él también era un visionario y en su mente sí que aparecían imágenes del futuro.
—Hermano, por cierto, aliméntate de los frutos que hay bajo un compartimento en el asiento —señaló Argol, mostrándoselos—. Para vosotros y Lobo no tengo nada, así que tendréis que conformaros con el paté que come el bart o podéis probar nuestros frutos globul.
Todos se alimentaron como pudieron: los humanos, con asco, se comieron el fruto cuyo contenido era casi auténtica sangre cruda de mamífero. A Lobo no pareció disgustarle. Argón disfrutó de nuevo comiendo el alimento que su cuerpo llevaba siglos necesitando.
Poco después, Argol les dijo que entraban en la velocidad de tejer el espacio-tiempo, que les haría ir el groso del viaje lo más rápido que conocía su ciencia, mucho más rápido que la luz. Todos se quedaron durmiendo, incluso los vamp y el bart.
La nave tembló y vibró. Lobo se metió entre las piernas de León, abandonando a Karel. León se agarró fuerte al asiento y, al darse cuenta de que Lobo estaba con él, se aferró a él con cariño y fuerza. El bart se fue con Argol.
—Bienvenidos al sistema lunar de Qaion. Hermano, bienvenido a nuestro hogar —dijo Argol lleno de orgullo.
Argón no había visto aquella nueva imagen: las tres lunas estaban unidas por una gran base que se había convertido en una superciudad militar que protegería Qaion de los ataques de otras razas del universo y, sobre todo, de Thiram. Pero su intuición le advirtió de que aquella idea había venido de Chank y no le gustó nada.
La nave empezaba a entrar lentamente en el planeta nocturno, que no lo parecía, pues el brillo que reflejaban las tres lunas hacía que hubiera una especie de luz crepuscular. Un mundo nuevo para Iván, que miraba sorprendido por la escotilla.
En ese momento, sonó un golpe impresionante y, menos de un segundo después, algo impactó con la nave, que se rompió en dos partes. Cada una voló en una dirección distinta.
El groso de la nave cayó como un trasto pesado sin freno, donde se encontraban los hermanos vamp, con Bum Bum e Iván. El híbrido tuvo que agarrarse in extremis al asiento de Argón, que estuvo rápido de reflejos y lo ayudó.
La otra parte de la nave cayó sin control, con Karel, León y Lobo, acurrucados y muertos de miedo ante el impacto inminente. Después de llegar tan lejos, para León parecía que todo había acabado.