El trozo de nave partido tras aquel ataque fantasma bajaba a la deriva, dando vueltas por la fuerza de la gravedad de Qaion. Argol agarró al bart Bum Bum, se deshizo de las amarras de la silla, hinchó sus alas y, de un salto, salió del trozo de nave sin dejar de mirarla. Argón hizo lo mismo que él y llevaba sujeto a un Iván inconsciente. La nave se estrelló en las montañas con gran estruendo y el trozo donde iban León, Karel y Lobo había desaparecido de la vista. Los hermanos planearon con sus grandes alas verdosas gracias a los vientos de Qaion. Aterrizaron en un gran árbol glob que albergaba la ciudad principal vamp, justo donde se encontraba el edificio del consejo vamp.
Iván despertó ya en el suelo y sintió el frío del planeta de la noche.
—¿Dónde están León y Lobo? —preguntó Iván, aún aturdido.
—Están con Karel. Ellos saben cuidarse solos. ¡Vamos! —dijo Argón, que salió corriendo hacia la sala del consejo de los vamp.
Con ira y sin perder tiempo, Argón abrió de par en par las grandes puertas, que crujieron con violencia. Se dirigió al fondo de la sala, donde se encontraban los dirigentes, que no se creían lo que veían sus ojos. Cruzó por un segundo una mirada fugaz con su hermana Arnuya, que parecía enviarle mentalmente mensajes de cariño y calma, pero Argón llevaba esperando siglos ese momento y no hizo caso.
Todo el consejo vamp de la sala se quedó perplejo. Chank, el falso visionario, que estaba paralizado de miedo, recibió un guantazo que lo tiró al suelo ante la mirada atónita de los vamp. Ese golpe era el obsequio de Argón, un souvenir tras su dura estancia en la Tierra.
Cuando Chank se levantó, entre mareos y gimoteos, Argón desenfundó su espada adornada con la cabeza del dragón —que poco o nada significaba para los vamp gobernantes de Qaion que allá estaban— y pegó un tajo limpio en el brazo derecho del falso visionario.
El corte fue suave y perfecto. La manga de tela cayó con delicadeza al suelo y se desplazó un poco hacia atrás con la brisa que entraba por la ventana de la sala. Todos vieron el aparato de tecnología alienígena que Chank había ocultado bajo la ropa: el brazalete de Thiram. Era la prueba de su traición.
El profesor Frehac se echó las manos a la cabeza y cruzó la mirada con Sirium, el gobernador. También miraban perplejos a Iván. Como era un humano, pensaron que era el Único.
—Gobernantes del pueblo vamp, soy Argón, hijo de Argum, del clan de los guerreros del agua… —dijo con los ojos llenos de ira—. Vengo a mostraros la verdad tras siglos en el planeta Tierra ¿Veis ese aparato? Cuéntales todo lo que sabes desde que lo obtuviste o muere en silencio, Chank —lo amenazó, poniendo la espada en el cuello del visionario asustado.
—Tú no eres nadie para amenazar en esta sala —dijo Sirium, levantándose y señalando con la mano a Argón, aunque los guardias se hicieron los locos, porque temían a ese vamp orgulloso e indómito regresado de la Tierra; en circunstancias normales, hubieran puesto sus garras metálicas en posición de ataque.
—Exacto. Acabas de decir una obviedad: no soy nadie. Por eso no me arrodillo ni acepto órdenes de ningún vamp inútil. Dales órdenes a tus súbditos, yo no lo soy, porque ya me expulsaste una vez. —Se centró en Chank—. Feo, es hora de que hables o te mato aquí mismo.
Sirium se quedó solo y en ridículo tras ese comentario, porque nadie se atrevía con Argón. Quizás era por su mirada, quizás por la energía que emanaba de él, quizás por la vejez extraña que parecía tener tras siglos viviendo en la Tierra. Su sola presencia descolocaba a cualquiera. Se había convertido en un vamp distinto, extraño. Solo sus dos hermanos parecían no temerlo y dudar de él. Incluso al profesor le costaba estar tranquilo en su presencia, aunque el interés de Frehac era distinto, científico, quería preguntarle y absorber los conocimientos adquiridos por Argón en aquel planeta.
—Esto… yo… —tartamudeó el falso visionario.
Argón le acercó el filo de la espada al cuello, lo rozó y lo hirió. Con habilidad y una filigrana dio un corte a la máquina de Thiram, que cayó al suelo destrozada, haciendo un crack que sonó atronador ante el silencio tenso de la sala.
—Habla o haré lo mismo con tu cabeza… Me estas hartando, feo —dijo el vampiro.
—Todo empezó con la primera avanzada de los orz en la que dieron muerte a mi tío Cho, mi maestro. De algún modo sabían que estaba en el Mirador de los Designios. —Chank soltó una lágrima roja de su único ojo.
—¡Sigue, pedazo de mierda! —insistió Argón.
—Escuché que yo no era el visionario y que él había perdido el poder… me dijo que debía ser honesto… en el futuro. Cuando del cielo aparecieron aquellos orz con sus máquinas voladoras y lo mataron sin mediar palabra, a mí me regalaron este aparato… —explicó—. Luego llegó un escuadrón de los guerreros vamp a protegerme y acto seguido eliminaron a los orz asesinos de mi tío.
»Poco después, del brazalete que me habían entregado surgió la voz y la imagen de Thiram. Dijo que era mi nuevo dios y me amenazó con destruirme a mí también si no hacia su voluntad —añadió—. Además, me prometió un puesto de poder como guía en el nuevo orden de Qaion: yo sería el nuevo visionario. Así que no tuve más remedio que aceptar… bueno… siempre fue mi deseo… —sollozó.
—¡Traidor! ¡Malnacido! —gritaron los miembros del consejo vamp, algunos echándose las manos a la cabeza y otros golpeándose el pecho; casi saltaban de la fuerza del autogolpe. Otros extendían las alas y enseñaban los dientes, tan rabiosos que parecían kant.
—¡Silencio! —los mandó callar Sirium—. Frehac y yo nos dimos cuenta de todo. Por eso iniciamos el plan secreto para rescatar a Argón de la Tierra junto a Karel, el general blanco, y Argol. Empezamos a crear una nueva nave.
—Sigue soltando la lengua, feo —insistió Argón, pinchándole con la punta de la espada sin hacer caso a Sirium, pues no tenía ninguna estima por el gobernador.
—Poco después de la guerra de los campos de Qaion, fui al consejo a decir que los orz volverían, que aquello solo había sido una avanzadilla, como me dijo Thiram, y como todos sabéis… —explicó—. Dije que habían sido los dioses que habitaban en la luna Grandax los que habían mandado ese ejército. Mentí diciendo que yo era el nuevo visionario, heredero de mi tío… aunque nunca he tenido ninguna visión. Lo que sé, me lo dijo Thiram. Todos sabemos lo que vino después: el ataque de los kant y la posterior guerra civil que nos debilitó —concluyó Chank entre balbuceos y vergüenza, mientras miraba hacia abajo.
Argón le golpeó los dientes con el ornamento de la cabeza de dragón y mientras Chank caía, le arreó una patada en el estómago que lo desplazó un metro hacia atrás.
—¿Por qué me mandaste a mí a la Tierra? —le preguntó mientras lo golpeaba.
Argol agarró por el brazo al gobernador Sirium en un acto poco respetable en circunstancias normales, pero sabía que era mejor no enfadar a su hermano. Argón tenía fuego en la mirada mientras le daba otra patada en los morros al feo. Chank lloraba, mareado y sangrando.
—Tú me insultabas, Argón, siempre. Y para colmo, oí que mi tío Cho le dijo al gobernador Sirium y al rey kant que tú y tus hermanos erais los nuevos visionarios. —Terminó escupiendo sangre y dientes, intentando ponerse en pie.
La multitud hizo un sonido de sorpresa ante esta noticia. Sirium el gobernador del pueblo vamp dio un paso al frente y dijo:
—Argón, escúchame. No miente. Tus hermanos y tú erais los elegidos para ser visionarios según Cho el Oscuro. Lo mismo descubrimos con Karel, el general albino de los kant —explicó—. No sé cómo después caímos en la trampa de hacer caso a este traidor. La palabra de nuestro viejo guía era ley, pero su muerte repentina no terminó de certificar su teoría sobre vosotros.
—¡Espera! ¡Espera! ¿Cuáles son los planes de Thiram? —preguntó el profesor Frehac, con su voz nerviosa.
—Respóndele, basura —dijo Argón.
—Sabe que estáis aquí y que habéis traído al Único desde la Tierra. Su ataque con el mayor ejército de orz conocido es inminente… en un par de trilunios —respondió entre balbuceos.
Arnuya, a lo lejos, se dio la vuelta y se retiró. La hermana de los dos guerreros siempre guardaba silencio. Bum Bum el bart, que la echaba de menos y la divisó a lo lejos, la siguió, volando.
Argón le dio la espalda a Chank.
—Dadle cualquier arma, una garra, un palo, lo que él quiera. No voy a matar a un vamp desarmado —dijo mientras envainaba la espada del dragón.
Al ver que nadie hacía nada, un guardia dubitativo se quitó la garra del antebrazo y se la soltó a Chank a los pies. El feo miraba a todos lados sin creer que tenía que luchar, buscando ayuda. Balbuceaba al mismo tiempo que sangraba por la boca sin dientes y también le chorreaba la nariz.
El feo cogió la garra metálica, se la puso en el antebrazo y corrió cobardemente hacia Argón, que aún estaba de espaldas, para aprovechar esa oportunidad. Fue un error. Argón había esperado ese momento desde hacía siglos. Con velocidad y delicadeza, desenvainó la espada del dragón y le separó la cabeza del cuerpo a Chank, dejando que el mismo falso visionario con su inercia se enfrentara al filo de su arma. La cabeza rodó a los pies del gobernador.
—Si alguien tiene algo en mi contra después de lo que se ha contado, calmará la sed de esta arma afilada que traje de la Tierra. —Argón miró desafiante a todos los miembros del consejo a la cara; su mirada irradiaba ira y orgullo a partes iguales.
Nadie dijo nada. Sobraban las palabras. Un niño que fue maltratado y enviado a morir había vuelto del infierno con la verdad y se había tomado la justicia por su mano. Algunos de los vamp del consejo tenían miedo de lo temible que se había vuelto Argón. Era indómito, un salvaje, una bestia sedienta que estaba por encima de todos los vamp. Su sola presencia producía pavor, incluso a los mejores guardias y soldados que allí estaban.
Las puertas de la sala del consejo vamp volvieron a abrirse de par en par, con estruendo. León y Lobo, acompañados de una comitiva de kant peludos, entre los que se encontraba el rey Arkanium y Karel el blanco, se unieron al consejo vamp. Todos se quedaron perplejos al ver a León el humano y, sobre todo, a Lobo; eran el Único, esperado por los vamp, y el Ancestro de los kant.
Como una vez quiso Cho, habían traído al Único a Qaion. Pese a la guerra que se acercaba, aún conservaban esperanza, pues vamp y kant volvían a estar unidos.