Entre los pueblos vamp y kant había una expresión común: jurar o prometer por algo muy preciado y sagrado, la garra legendaria de los kant. La expresión más usada era «jurar por la garra». Este objeto especial, histórico y antiguo, que no se sabía de dónde había salido y mucho menos quién lo había puesto ahí, existía desde que se tenía conocimiento.
La garra metálica estaba clavada en el tronco de un árbol glob, situado frente a la Sala de los Horizontes Comunes y en una zona fronteriza que había sido objeto de constantes disputas entre los dos pueblos.
Nadie se atrevía a tocarla. Corrían diferentes rumores sobre ella: algunos kant decían que estaba maldita, otros pensaban que era el arma del Ancestro Grandax, que algún día volvería a Qaion a ayudarlos y a reclamarla. Los vamp contaban una historia similar: pertenecía al Único, el ser que los llevaría a la victoria contra el mal. Pero la realidad era que se contaban por cientos los valientes —o estúpidos— alados y peludos que, por motivos religiosos, por estupidez o por embriaguez de globs fermentados, habían muerto electrocutados al poner sus manos en la garra legendaria y prohibida de los kant.
Tanto los vamp como los kant tenían prohibido tocarla por ley, pues nadie salía vivo de aquella locura. Siempre había algún iluminado que acababa literalmente chamuscado. Hacía ya casi una generación del último vamp muerto, como suele pasar en estos casos, los borrachos y los estúpidos suelen tentar a la suerte y las desgracias se olvidan pronto.
Tras restaurar la paz con los kant después del ataque de los rebeldes aulladores, Sirium se interesó por el estado de Argum, el padre de los trillizos, que había quedado inconsciente, postrado en una cama y no sobrevivió. Sus hijos, a los que solo atendía Frehac, fueron llamados a la corte para tutelarlos por su recién adquirida orfandad. A Argol y Argón tenían pensado instruirlos militarmente, y Arnuya, por su casta, tenía derecho a ser instruida para en el futuro tener voz y voto en el parlamento vamp: el propio Sirium la convirtió en su asistente personal.
Los hermanos comenzaron su entrenamiento militar entre la futura élite vamp de Qaion y fueron tratados con honores por unos pocos, por ser hijos de Argum, y con envidia por la mayoría, por estar tutelados por el gobernador Sirium. En poco tiempo, los militares de la corte los terminaron tratando con odio, envidia y rencor. La superioridad en el manejo de la garra que poseían tras años entrenados por su padre y la influencia negativa que tuvo el Visionario entre los que le prestaban oídos —siempre tenía malas palabras para referirse a los trillizos, sobre todo a los dos chicos— hicieron que la mayoría los odiara. Otro factor negativo para que esto sucediera y fue que Bum Bum, el extraño bart, siempre merodeara a su alrededor, lo que los hacía parecer distintos del resto de los vamp.
Entre Chank el Visionario y Argón había encuentros frecuentes en la corte. Aunque no llegó la sangre al río, las miradas de odio eran constantes, como una calma tensa que tarde o temprano tendría que estallar. El visionario no quería dar un paso en falso si no era por orden expresa de Thiram, aunque ardía en deseos de hacerle el mal a Argón; hasta que un día llegó su oportunidad.
—Le has dado bien, se lo tenía merecido —dijo Argol a su hermano, entusiasmado. Bum Bum merodeaba alrededor de Argón, lo vitoreaba y parecía orgulloso de su amigo, pues en un entrenamiento había dado una paliza a un vamp noble y engreído.
—Tranquilo, Bum Bum. —Se echó a reír—. Me tienen harto estos vamp de la corte. Argol, a ti solo te falta más confianza con la garra para que tus movimientos sean tan impredecibles y suaves como los míos. Somos hermanos. Ya mismo todos morderán el polvo y sabrán quienes son los futuros generales conquistadores que les darán órdenes. Se van a enterar de quienes somos, hermano —respondió Argón, que conocía a la perfección su habilidad y la que tenía su hermano.
Chank el Deforme, oculto tras una columna con un aparato en la mano, grababa la conversación y sonreía.
—Siento que debería sacar la garra legendaria del árbol… Se iban a enterar todos estos vamp engreídos de quien manda aquí —afirmó Argón, eufórico, mientras se crecía, sacando pecho, y levitaba con sus alas.
—¡Estás loco, hermano! Dicen que todo el que toca la garra muere. Han muerto muchos. Ya nos lo contó padre… —dijo Argol, en un intento de repartir cordura a su hermano.
—Eso es mentira, una mentira de cobardes. ¡Vamos a sacarla del árbol! —De un salto, Argón voló en dirección al viejo monumento vivo que tenía clavada la garra legendaria.
—¡Espera, Argón! —su hermano intentó seguirlo con ala viva, pero Argón era un portento en la lucha y también en el vuelo. Era el vamp más dotado de su generación.
Alcanzaron altura para en poco tiempo llegar a la frontera con los peludos, donde se encontraba la Sala de los Horizontes Comunes. Justo en frente, estaba el árbol y en él seguía, metálica y brillante, la garra legendaria de los kant, clavada como siempre. Esa arma llevaba allí siglos o quizás millones de trilunios.
La valentía adolescente que poseía Argón iba a ser su ruina. Al llegar al árbol, se giró para ver cómo llegaba su hermano Argol, cansado por seguirlo a esa velocidad. El vamp joven y valiente sonrió para después meter la mano en el brazalete de la garra prohibida hasta el fondo.
Cuando agarró el tronco del árbol y su piel hizo contacto total con la garra legendaria, comenzó la descarga eléctrica. Argol voló con todas sus fuerzas para empujar a su hermano y salvarlo de una muerte segura, pero también quedó pegado a él; ambos sufrieron por la electrocución
Desde lejos, en la frontera kant, el general peludo y albino Karel los vio y fue trepando de árbol en árbol con habilidad, a toda velocidad. Llegó en segundos, propinó con sus garras y toda su fuerza un golpe seco que separó a ambos hermanos, inconscientes, de la garra legendaria.
Bum Bum, que también llegaba en ese momento, atacó al general en la cabeza, tan fuerte que lo dejó inconsciente, casi muerto.
Alertados por Chank, una comitiva de vamp llegaron a la frontera y vieron los cuerpos de los dos hermanos vamp y del consejero de los peludos. Bum Bum tapaba la herida sangrante que Argol tenía en el ojo. El kant lo había salvado, pero lo había dejado tuerto y marcado de por vida.
Al abrir los ojos, Argón se encontró maniatado en una cama. Su hermana Arnuya estaba dormida y en la cama de al lado reposaba su hermano Argol, ahora tuerto y con una cicatriz en la cara. Bum Bum estaba a su lado; Argón nunca había visto al bart tan triste.