Ese es el estilo de Thiram, matar, destruir, amenazar y manipular. Supongo que los tres estamos aquí por los mismos motivos —dijo Argón, que entendía a Iván, mientras caminaban hacia lo más profundo de la colina del aullido para ocultarse aquella noche. Lobo se adelantó para cazar conejos; ayudaría con la cena.
Iván parecía cambiado después de haberles contado su historia. León se había quedado sorprendido al escuchar aquel relato, porque no era el único al que Thiram le había fastidiado la vida.
—¿Y tú de donde eres, Argón? ¿Cómo llegaste aquí? —preguntó León a Argón. Las alas, su piel verdosa y que hubiera bebido la sangre del orz necesitaban de una buena explicación.
—¿Por qué buscabas a este? —preguntó Iván, despectivamente. A León no le gustó que se dirigieran a él de aquel modo.
—Vengo de un planeta llamado Qaion. Más bien me expulsaron de él siendo muy joven. Mi manera de redimirme sería encontrando al Único y regresando con él —explicó Argón—. La cuestión es que estoy aquí porque el malnacido que me eligió para la misión era un títere de Thiram. Ese hijo de puta es el primero de mi lista.
—Eres un alienígena… como ellos —afirmó León.
—Llevo en la Tierra más tiempo del que piensas. La mayor parte, mi cuerpo estuvo dormido, varios siglos tal vez. Así que pertenezco a este planeta incluso más que vosotros.
—¿Te alimentas de sangre humana? ¿Eres un vampiro? ¿Debemos temerte? —preguntó Iván.
—Sí, me alimento de la sangre humana porque emula perfectamente la dieta de frutos globul de un vamp de Qaion. Soy un vamp… vampiro es el nombre que se le dio a mi progenie aquí, supongo que en el tiempo en que estuve dormitando. Espero que al único de ellos que dejé con vida se comportara. ¿Habéis visto a alguno parecido a mí? —preguntó Argón, que cambió la expresión y pensó que tendría un problema con los mordidos por Radu, su viejo amigo.
—No, no los hemos visto. Son leyendas, historias de mentira. Aunque viendo a los orz y a vosotros dos, me creo cualquier cosa —dijo León, señalando a sus dos compañeros.
—¿No has visto lo que has sido capaz de hacer en el barranco? El más raro eres tú —le recriminó Iván—. Para Thiram perseguíamos a gente que ni sabía que tenía poderes psíquicos. Tú eres el espécimen más extraño de todos, híbrido de orz y mezcla de ser con poderes mentales.
—No sé qué hice en el barranco, no lo recuerdo. Cuando volví en mí, tú estabas en frente y Argón mataba a tu compañero—respondió León.
—¿Cómo has escapado tanto tiempo de los orz, León? ¿Has vivido escondido? —preguntó Argón.
—No, todo lo contrario. Siempre he trabajado para el público, sin esconderme, para un circo itinerante. Como nunca paraba mucho tiempo en el mismo sitio, quizás por eso no daban conmigo. Viajamos por todo el mundo —aclaró—. Mi padre me encontró justo cuando llevaba un tiempo vagando por la misma ciudad. A mi madre sí la mataron los orz, los vi cuando era un niño.
Iván puso mala cara y agachó la cabeza. Lobo volvió con dos conejos para la cena. Iván y León cogieron unas ramas e hicieron una fogata. Aquella noche dormirían alrededor del fuego, bajo la luna y el manto de estrellas de la Tierra. Con suerte, pronto estarían en Qaion.
Argón se había alimentado del orz, pero Iván y León estaban hambrientos. Despellejaron a los conejos y los asaron al fuego para luego comerlos. Lobo tuvo una buena ración, pues les había servido la cena.
—Ahora nos conocemos todos. Mañana buscaremos un transporte para volver a mi planeta y esperemos que no se nos haya adelantado Thiram… Buenas noches —se despidió Argón, con una curiosa sonrisa.