Solo había un lugar con aquella extraña oscuridad en todo Qaion. Una oscuridad húmeda con la tenue luz como un titileo constante de pequeñas luciérnagas: era el fondo de las mazmorras, en las raíces de los arboles glob; Karel era un preso de los vamp en el sitio más profundo del planeta.
Aún se encontraba mareado por el golpe en la cabeza que había recibido del extraño bart volador, la mascota que iba envuelta en cristal y pertenecía al niño vamp. Los había salvado y, pese al dolor, recordaba cómo había llegado hasta allí.
Karel había nacido albino, el único kant de Qaion, y quizás de la historia de aquel pueblo, con el pelaje totalmente blanco. Pertenecía al gran linaje del ancestro Grandax; gracias a eso y a que su familia era parte de la élite militar y política de los kant, se había librado de insultos, brujerías e historias varias que solían ocurrir en estos casos extraños dentro del pueblo llano, incluso entre los peludos kant.
Karel jamás lo mencionó, pero nació con varias imágenes impregnadas en su memoria, visiones de su destino a las que pudo acceder con toda claridad y lucidez desde una temprana edad, varias fotografías mentales premonitorias de un futuro que no eran sino una responsabilidad que aceptó de buen grado. Supo desde siempre que sería una figura importante en la historia de Qaion y del universo.
Por eso, hacía muchos muchos años, cuando aún gobernaba el rey Aullador y estaban en guerra con los vamp por la crisis fronteriza de los frutos globul, en cuanto aprendió a escalar y desplazarse por los árboles, se escabulló como pudo y, escondido, escaló al lugar más alto de Qaion, el Mirador de los Designios, buscando respuestas.
Para su sorpresa, bajo la luz de las tres lunas, lo esperaba con una sonrisa, alto y delgado, carente de alas y con enormes orejas, el guía espiritual del pueblo vamp: Cho el Oscuro.
—Bienvenido, Karel, esperanza de los kant. —Lo recibió sonriente, con honores y una reverencia el visionario, que rara vez sonreía.
En aquella época, Cho aún era joven y no tenía discípulos; hacía poco que Ojo Agudo había muerto y lo había nombrado nuevo guía. Llevaba tiempo recluido a solas, meditando y esperando una señal de los dioses, un susurro. La respuesta de los dioses fue Karel.
El joven y blanco kant se arrodilló ante el visionario vamp y le dijo:
—Maestro, tengo visiones desde siempre y la primera de ellas fue de este momento, con usted.
Cho, emocionado, puso su mano sobre la cabeza del kant.
—Levántate, joven guerrero visionario, eres descendiente directo de Grandax, de los dioses y, por ende, de mi estirpe. El primero de tu raza en miles de trilunios… Es un gran honor, Karel, te estaba esperando.
Karel se levantó, contento, pues acababa de certificar lo que había intuido desde siempre: era un visionario, hijo de los dioses, de la estirpe del Gran Ancestro.
—¿Qué debo hacer ahora, maestro? —preguntó Karel.
—No tengo nada que enseñarte, Karel. Eres un visionario, sí, pero no uno normal; eres un guerrero y tu destino está ligado a los nuevos visionarios vamp que lleguen en el futuro… —dijo Cho.
—Los hermanos…
—Es una posibilidad. Aún están por nacer. Debes mantener tu vida como hasta ahora, en secreto: piensa y actúa como un kant más, no des muestras de tu conocimiento, no digas nada de lo que sabes —explicó con seriedad—. Tu secreto y tu poder serán nuestra ventaja en el futuro. Sin embargo, llegado el momento en que tu intuición te lo mande, deberás actuar en consecuencia y, pese a las rencillas entre nuestros pueblos, harás lo correcto, que no es otra cosa que servir la voluntad de los dioses, seguir las visiones antes que a tu propio rey —añadió—. Tu prioridad es ayudar a los otros visionarios en el futuro y, como sabes, deberás encontrar junto a ellos al Único, viajando al planeta que estudia el profesor Frehac de los vamp.
—Creo que puedo. Mantendré silencio hasta que aquellos trilunios venideros lleguen. Mientras tanto, tengo trabajo que hacer como un soldado más, por mi pueblo. Mi reunión con usted, maestro, al menos me libera mentalmente, pues pensaba que me estaba volviendo loco con las visiones de mundos que ni siquiera sé que existen.
—No estás loco, tu visión es aguda. Memoriza esta predicción, estos versos —le pidió Cho.
La paz con los vamp vendrá del príncipe que renegará del padre.
El kant de las tres lunas alzará al nuevo rey;
el hijo albo de Grandax será la esperanza de las tres.
—Yo soy el kant de las tres lunas, el hijo de Grandax —dijo Karel.
—Así es, por eso solo el primer verso será público. Solo tú debes saber cómo termina para que, llegado el momento, cantes los dos versos que restan y muestres tu secreto.
—De acuerdo, maestro.
—Bien, es hora de que vuelvas con tu pueblo, joven kant. Que tu ancestro te proteja —se despidió Cho, bendiciéndolo.
—Adiós, visionario, haré su voluntad y la de los dioses. —Karel saltó hacia las ramas, emocionado, pues sabía que no volvería a reunirse con Cho.
Con el tiempo, entabló una gran amistad en la corte de los kant con el príncipe Arkanium; juntos aprendieron a luchar, crecieron y se hicieron inseparables. Ambos lograron en su juventud el rango de general absoluto de los kant, el mayor honor. Pronto empezó a sobresalir la gran inteligencia del príncipe, que comenzó a mostrarse crítico con la guerra sin sentido que mantenía el rey Aullador con los vamp desde que la gran tormenta arrasó las cosechas de globul. Arkanium entendía la política de otra manera, de una manera más constructiva pese al conservadurismo antipático de los kant fieles a su padre y del propio rey Aullador.
Un trilunio, mediante un espía, a los oídos del rey llegó la predicción del visionario de los vamp: «La paz con los vamp vendrá del príncipe que renegará del padre».
El rey Aullador, como represalia y sin que Arkanium tuviera culpa, encerró a su hijo en las cuevas de las montañas como a un vulgar traidor. Karel, ya general, conspiró con los kant más jóvenes de su generación para rescatar a su príncipe: en la primera batalla de su guerra civil, tras reunir un pequeño ejército, liberaron a Arkanium y se convirtieron en los rebeldes.
El príncipe decidió que era hora de poner freno a su padre, un gran guerrero, pero peor gobernante, pues no creía que el futuro kant pasara por la paz con los vamp.
El rey Aullador armó a todas sus huestes y lucharon en una cruel guerra civil entre hermanos, contra un ejército rebelde y joven liderado por Arkanium y Karel, ambos, muchachos inteligentes. En menor número, consiguieron parar la primera embestida, pero, poco a poco, menguaron sus fuerzas y muchos jóvenes kant murieron. Justo cuando todo parecía estar perdido, el ejército volador de los vamp apareció, liderado por Sirium, el nuevo gobernador.
Cuando el rey Aullador se quedó sin huestes, en un ataque de ira, fue a luchar contra su hijo, Arkanium, y estuvo a punto de matarlo, pero Karel se puso en medio y solo con su fuerza doblegó al rey de todos los kant, salvando a su amigo. La revuelta había sido un éxito. El príncipe Arkanium forzó la paz con los vamp y gobernaría a su pueblo de una manera justa.
Sirium y Arkanium fundaron juntos la Sala de los Horizontes Comunes, donde se decidiría el gobierno de los dos pueblos. Además, instauraron el sistema de venias contra la voluntad de Arkanium y Karel, que aceptaron de mala gana; era un régimen que prohibía las reuniones sin notificar a la sala de altos cargos políticos, científicos o religiosos. Un sistema para evitar rebeldes como habían sido Arkanium y Karel.
El general Karel fue tratado con honores y nombrado consejero real. Se había ganado el respeto del pueblo. Intentó no inmiscuirse demasiado en el devenir de las cosas, esperando el momento en que sus visiones e intuición comenzaran a darle señales.
Karel se alegró mucho del nacimiento de los trillizos vamp, pues lo estaba esperando. De vez en cuando, a solas y a escondidas, los observaba juguetear en el río desde la lejanía. Se emocionó aquel trilunio en que vio a Cho junto a Argol, cuando encontraron al cachorro bart en el agua.
Después, luchó por Qaion contra los orz invasores junto a los vamp y, sobre todo, peleó mano a mano junto al rey Aullador, convertido de nuevo en aliado. Con mucho dolor y orgullo, lo vio morir en el campo de batalla, recuperando su honor. Acompañó a su amigo el príncipe, convertido en nuevo rey en aquellos duros momentos. También en silencio sufrió por el asesinato de Cho el Oscuro.
En aquel entonces, la imagen de Thiram apareció en la mente de Karel. Su mirada roja y cruel fue el pistoletazo de salida de que debía ejercer su función de guía y guerrero.
Vio la mentira en las palabras de Chank, el falso visionario, pero su intuición le impidió actuar contra él. Hizo teatro preguntando al rey si ayudarían a Arklund, el conservador rebelde. Justo después de cerrar las fronteras y romper relaciones con los vamp, sintió que llegaba el momento de actuar: la visión le vino de repente y tuvo que abandonar la sala del trono, dejando con la palabra en la boca al propio Arkanium, que no entendía nada.
Saltando de árbol en árbol, vio a dos de los trillizos, tocando y electrocutándose con la garra legendaria y prohibida de los kant, en el árbol glob de la frontera, frente a la antigua Sala de los Horizontes Comunes.
Hirió a uno de los chicos, pero los salvó; el bart lo golpeo y Karel perdió el conocimiento. Al despertar, sintió la oscuridad húmeda de las mazmorras vamp.
Poco después, aparecieron tras las rejas dos figuras que sujetaban unas antorchas y ocultaban su rostro.
—Os esperaba, gobernador Sirium y profesor Frehac —los saludó Karel, que estaba maniatado y agachado en la oscuridad.
—Esto es… increíble, un kant visionario —dijo el profesor, quitándose la capucha.
—El kant de pelaje blanco, Karel, general y consejero del rey de los peludos… Si lo hubiéramos sabido antes, nos habríamos ahorrado muchos problemas, ¿no crees? —preguntó el gobernador.
—No. Era parte del plan secreto de Cho el Oscuro —respondió Karel—. Es momento de que os revele las palabras que me dio el mismísimo visionario:
La paz con los vamp vendrá del príncipe que renegará del padre.
El kant de las tres lunas alzará al nuevo rey;
el hijo albo de Grandax será la esperanza de las tres.
—Tú venciste al rey Aullador, yo estaba allí. Eres descendiente directo de Grandax, el Ancestro —recordó el gobernador.
Frehac se quedó sin palabras, pues el científico nunca había sido creyente.
—Sí. Liberadme y pongámonos a trabajar por el futuro de Qaion. Habéis mandado solo al joven Argón a la Tierra y mi destino estaba unido al suyo. En una visión voy a ese planeta con él, pero no supe que lo mandaríais allá tan pronto.
—Porque tu destino no era ir con Argón. Irás en nuestra siguiente misión secreta. Acompañaras a Argol, a su hermano, al que dejaste tuerto, cuando estemos preparados y si Argón no vuelve antes con el Único —dijo Frehac con su tic en el ojo mecánico.
—No os demoréis, tengo una imagen de Argón en peligro y sufriendo un gran dolor en aquel mundo —advirtió Karel.
—Te vamos a liberar y volverás con el rey Arkanium. Esperarás a que estemos listos y, si es tu deseo, escaparás con Argol para acompañarlo sin que nadie se dé cuenta; el enemigo tiene ojos en todos sitios —ordenó Sirium.
—Lo presiento. Siento la mirada del mal. Ahora entiendo por qué me habéis encerrado en este abismo profundo y húmedo —dijo Karel con cierta ironía.
Sirium quitó las ataduras a Karel y le dio unos explosivos para que escapara de aquella mazmorra en lo más profundo de un árbol glob. Se despidieron, deseándose buena suerte, con cierta emoción. Aquella conspiración en lo hondo de las raíces podía salvar Qaion.
Poco después, una gran explosión saltó por los aires la corteza del tronco de un gran glob que servía de cárcel. Del agujero, una sombra rápida y blanca se escabullía por los bosques.
A Thiram, siempre vigilante desde su trono en La Aguja de Orz, no le gustó aquello.