Cuando Argol despertó sintió la mano de Arnuya apretando la suya y vio a Bum Bum en su traje-bola de cristal. Ambos dormían, el bart cómodamente en el regazo de su hermana. Se palpó la cara que aún dolía y pensó que aquel kant blanco lo había salvado, pero al mismo tiempo había perdido un ojo.
—Que esa lesión no te aflija, pues no impedirá tu destino —dijo una voz en su interior.
Argol miró a su hermana, que seguía durmiendo.
«Que extraño, creí que me había hablado», pensó.
Dos grandes guardias entraron y apresaron a Argol y a Bum Bum sin mediar palabra. Arnuya despertó con el ruido y se quedó perpleja, pero no dijo nada.
Cuando Argol volvió en sí, se encontraba escondido en un sitio oscuro y húmedo. Estaba en las mazmorras del árbol glob; el vamp adolescente sintió terror.
—Tranquilo, Argol, esto forma parte del plan, no tengas miedo —dijo el profesor Frehac, que estaba acompañado por Bum Bum, que revoloteaba feliz a su lado.
—¿Dónde está mi hermano Argón?
—El castigo de tu hermano por su supuesta traición y por tocar la garra legendaria ha sido cumplir una misión. Lo hemos enviado al planeta Tierra a encontrar al Único.
—¿Al Único? ¿Quién es?
—Es un ser especial que nos salvará. Fue la última predicción de nuestro amigo, Cho el Visionario… —respondió el profesor. En la oscuridad, su ojo mecánico parecía tener luz propia—. Alguien debía ir a buscarlo.
—¿Por qué no os esperasteis para mandarme a mí con él? ¡Mierda! —gritó Argol, que se echó las manos a la cabeza.
—Cálmate. En secreto, ya estoy preparando otra nave para que vayas tú, aunque no irás solo —dijo el profesor Frehac, poniendo las manos sobre los hombros de Argol. Bum Bum voló hacia su amigo y empezó a darle una especie de mimo en la espalda para calmarlo—. Me llevará tiempo, por lo que tú solo debes preocuparte por entrenarte y hacerte fuerte en el manejo de la garra, y guardar el secreto —añadió con una sonrisa amable.
—¿Quién vendrá conmigo?
—Bum Bum, por supuesto, y un nuevo aliado, uno de los herederos del visionario, que por ahora permanecerá en secreto hasta que llegue el momento —dijo Frehac señalando al bart, que hacía su típico brr brr extraño.
—¿Y cuándo será el momento? —preguntó insistente Argol.
—Un día, cuando todo esté preparado, te daré una señal y amenazarás a Sirium delante de todo el consejo vamp. Te apresarán y te traerán aquí por orden del gobernador. —Frehac se giró y se puso a encender más antorchas. Aquella cárcel oscura era un laboratorio secreto, en ella se encontraba el chasis de un futuro transporte.
—Entonces, encontraré a mi hermano y lo ayudaré… —dijo Argol, sorprendido por la visión de aquella maquinaria que lo llevaría al espacio.
—Así es. El enemigo nos vigila y no nos queda más remedio que mantener este trabajo en secreto. Sobre todo, hay que tener cuidado con Chank. Hay algo demasiado turbio en ese vamp, ha llegado muy lejos.
El joven vamp agarró de la ropa a Frehac con violencia.
—¿Cuánto queda para irme, profesor? ¿Cuánto? —Argol zarandeó al viejo Frehac.
—Tranquilízate, y usa esta energía en entrenar con la garra y en convertirte en un buen guerrero. Queda mucho tiempo aún, al menos unos cuatro o cinco años trilunares —dijo nerviosamente el profesor mientras se quitaba a Argol de encima. El bart empezó a mirar mal al profesor y a enfadarse.
—Maldita sea, es demasiado tiempo… Cálmate, Bum Bum —dijo Argol, agarrando al bart volador.
—Por ahora, es lo que tenemos. Debes permanecer aquí un tiempo como preso para que parezca que te castigamos por haber tocado la garra legendaria. Relájate y ponte manos a la obra, en unas semanas volverás a la corte.
Pasó el tiempo en Qaion, unos años en los que Argol creció y se convirtió en el gran guerrero que debía ser, tan bueno en el manejo de la garra como su hermano o su padre, Argum. Fue nombrado capitán del ejército vamp con grandes honores y recuperó el título de jefe del clan de los guerreros del agua, que había pertenecido a su difunto padre.
Sofocó revueltas entre algunas ciudades vamp y las fronteras con los kant, y estuvo destinado durante un tiempo en la nueva base lunar, ya acabada. Era una megaestructura militar que tenía grandes pasillos y conectaba las tres lunas. El viaje espacial hacía las lunas le supuso una experiencia para el futuro.
Estando con Bum Bum en la gran estructura de la base lunar, en Trampax, una de las lunas menores, mientras observaba la magnificencia de Grandax y la pequeña Zaas, juró ante las tres que recuperaría a su hermano o moriría. Su momento estaba a punto de llegar.
Habían pasado ya unos cuatro años trilunares en Qaion, unos cuatrocientos años en la Tierra. Mientras un Argón incorpóreo vagaba por el universo, Argol, estando en la base lunar, fue requerido por el consejo vamp.
El tuerto volvió en el transporte a Qaion, acompañado de Bum Bum, que nunca lo abandonaba. Justo al entrar por las grandes puertas del consejo, vio al profesor allí parado que lo saludaba y le hacía una extraña mueca con su ojo mecánico. Argón advirtió que era la señal que llevaba años esperando.
Al entrar a la sala del consejo vamp, avanzó por el pasillo hacia el trono, hizo una reverencia y se arrodilló ante Sirium, que estaba acompañado del visionario, Chank el Deforme. Entre los presentes en aquella sala, estaban los gobernantes, una de ellos era Arnuya, que se había convertido en representante del pueblo vamp y miraba orgullosa, con una extraña sonrisa, a su hermano. Bum Bum voló hacia ella, pues el bart la tenía en alta estima.
—Capitán Argol, del clan de los guerreros del agua, y Bum Bum el bart, se presentan para recibir la voluntad del consejo y del gobernador —dijo el tuerto con solemnidad. Bum Bum, como un niño, pese a su inteligencia y compresión, pasaba de aquellos usos y costumbres. Estaba revoloteando feliz alrededor de Arnuya mientras los alados de esa sala lo miraban con asco y desprecio.
—Levántate, capitán —dijo el gobernador y Argol se puso en pie—. Te hemos llamado porque debes repeler con contundencia una revuelta en Apoll, ciudad fronteriza. Hay que liquidar a todos los kant —explicó Sirium.
—No voy a matar a mujeres y niños kant, ni daré esas órdenes a mis hombres, gobernador. Antes os mato a vosotros por lo que le hicisteis a mi hermano… —lo amenazó Argol, que vio que su momento había llegado.
—¡¡¡Ohh!!! —gritaron sorprendidos todos los miembros del consejo.
—Os lo dije. Es un traidor como Argón —intentó malmeter Chank.
—¡Cállate, malnacido! —gritó Argol, sacando las garras metálicas de su antebrazo.
—¡Guardias, apresadlo! —ordenó el gobernador Sirium, con una extraña sonrisa.
Cuatro guardias golpearon por la espalda y apresaron a Argol, y otros cuatro con dificultad capturaron a Bum Bum antes de que se enfadara.
—¡Llevadlo a las mazmorras más oscuras y dadle de comer los frutos globul más podridos! —vociferó Chank, con el despotismo de los últimos años.
Sirium, como de costumbre, miró mal al visionario. Y ahí concluyó aquel teatro entre los conspiradores.
Cuando Argol despertó, un sonriente y entusiasmado kant de pelo blanco lo ayudó a levantarse y le dio un abrazo. Se encontraban bajo las luces de las antorchas, en el laboratorio de Frehac, en las profundidades de aquel árbol-cárcel.
—Siento la herida que te hice, amigo —dijo con sentimiento el kant; su palabra y modo de expresarse no era la de un peludo corriente.
—Este es el general Karel, el kant visionario. Es nuestro aliado y te acompañará a la Tierra —dijo el profesor Frehac mientras ultimaba los retoques del transporte que los haría viajar por el espacio.
—Viajaran a la Tierra juntos un kant, un vamp y un bart. Cada una de las tres razas de este planeta como tres son sus lunas —dijo en un tono místico el gobernador Sirium, que se encontraba pegado a una pared, escondiendo su rostro bajo una capucha, y acariciaba a Bum Bum. El bart parecía feliz.